Los motores tricilíndricos no son un nuevo concepto de propulsor que acaba de hacer su aparición en el complejo mundo de la automoción. Su existencia podría remontarse a los orígenes de los vehículos de cuatro ruedas, pero su uso ha sufrido altibajos continuos en función siempre de las tendencias hacia las que se dirigiera el sector.
Tenemos presente que los imponentes motores en línea o en V, de grandes cilindradas y aspiración natural, tienen los días contados, ya que cada vez son más los fabricantes que se pasan al lado de la sobrealimentación en detrimento de las grandes cilindradas, pero consiguiendo resultados similares con un menor consumo de carburante. Esta tendencia es conocida como downsizing, menores cilindradas, mayores prestaciones.
Pero los fabricantes, y como no el propio mercado, demanda motores aún más eficientes, por lo que surgen los motores de tres cilindros, es decir, sacrificamos el cuarto cilindro, incorporamos un turbo o un compresor y reducimos la cilindrada, el consumo y las emisiones. Ahora es cuando surgen dudas como: ¿un motor de tres cilindros es capaz de mantener una curva de potencia equilibrada que permita al vehículo moverse con soltura?, ¿qué hay de los vehículos más pesados? o ¿registran realmente consumos más bajos que un motor similar de cuatro cilindros?.
Dudas como estas quedarán sin resolver hasta que esta nueva tendencia de motores tricilíndricos no esté más implantada en el sector, pero podemos confirmar que estos propulsores están siendo equipados en vehículos pequeños, donde el peso juega en su favor y no sobrepasan demasiado los 1.000 kilogramos de peso. Esta ventaja hace que el motor tricilíndrico pueda mover con soltura el coche y el turbo nos proporcione sensaciones diferentes al volante.
Resolviendo la última cuestión, un motor tricilíndrico registra consumos dispares en función de su estilo de conducción. Al estar sobrealimentados, una conducción agresiva disparará el consumo de gasolina muy por encima de la media homologada; en conducción relajada, los consumos se mantienen contenidos, mientras que en una conducción combinada, el consumo puede verse ampliado en casi dos litros por encima de la media.
No sólo se busca la eficiencia en cuanto al consumo de combustible, sino contrarrestar los efectos negativos del sobrepeso que sufren los vehículos actualmente. Hace 30 años, los vehículos pequeños carecían de dirección asistida, aire acondicionado y/o airbags, lo que facilitaba un peso inferior. Sin embargo, cualquier vehículo actual cuenta con estos sistemas, lo que hace que el peso aumente, sumando el aumento de pulgada de las ruedas y del resto de componentes electrónicos. Equipando un motor tricilíndrico, no sólo conseguiremos reducir el peso del motor y del vehículo, sino que tendremos la potencia necesaria para movernos con soltura y agilidad, y el consumo de un motor diésel en un vehículo de gasolina.
A la espera de conocer la evolución de esta nueva tendencia, que sin duda nos traerá mayores avances en este campo, ya apostamos por estos motores que suponen una alternativa inteligente en cuanto a movilidad urbana, permitiéndonos tener un consumo contenido y unas emisiones de CO2 inferiores a la de los coches diésel.