Entre las muchas peculiaridades de los coches eléctricos, una importante es la sensación que transmite al conductor, así como la forma en que se comporta el vehículo. Se trata de un vehículo con una concepción eminentemente urbanita, por lo que es en la ciudad donde tanto el coche como nosotros estaremos más cómodos. Su entrega de potencia es inmediata, desde 0 revoluciones por minuto, y el tipo de transmisión que la digiere hacen del coche eléctrico un compañero ideal para callejear y circular entre tráfico pesado.
Los coches eléctricos suponen una de las puntas de lanza del arsenal tecnológico de un fabricante, por lo que es fácil ver en el equipamiento sistemas de acceso y arranque sin llave. Así pues, y con la llave en el bolsillo, nos dirigimos a nuestro coche, y con sólo poner la mano sobre la maneta de la puerta el coche se desbloquea. Accedemos al interior, presionamos el pedal del freno, pulsamos un botón y ya está: el coche está en marcha.
Resulta una sensación extraña no sentir ningún tipo de vibración o ruido de arranque (lo cierto es que a través de los altavoces suelen emitirse otro tipo de sonidos, de bienvenida, de confirmación de arranque… etcétera), ahora es turno de movernos: el cambio automático puede ser controlado bien mediante una palanca tradicional, una especie de mando rotatorio o pivotante o simplemente unos botones sobre la consola. Seleccionamos la posición D y, recordando mantener el pie izquierdo lejos de los dos únicos pedales, emprendemos nuestro viaje.
Lo primero que notamos ya en marcha es el silencio. Es un silencio relativo, ya que el ruido de rodadura seguirá presente e incluso de una forma más llamativa, sin embargo, circular por ciudad sin emitir sonido a través del motor es una delicia. Permite llevar una conducción más relajada, escuchar con mayor claridad el equipo de audio, o simplemente evitar la contaminación acústica.
Como coches de ciudad, aquellos desarrollados como eléctrico desde un primer momento suelen tener una posición de conducción elevada, que facilita la visión del tráfico al conductor (también se aprovecha el espacio bajo el piso para alojar las baterías). Además, el cambio automático supone otro factor importante en el comfort de la marcha.
Nos aproximamos a un semáforo y sentimos algo extraño: Al soltar el acelerador el coche frena. No se trata de la pérdida de velocidad por la resistencia del aire y los neumáticos, sino una deceleración que llama la atención. Esto se debe a la búsqueda de la eficiencia mediante la frenada regenerativa. El coche aprovecha la energía cinética para almacenarla en forma de electrividad de vuelta a las baterías. Este sistema también afecta al tacto del pedal del freno, el cual presenta dos recorridos diferentes, uno que hará uso de la retención del motor y otro que finalmente actuará sobre los discos de freno.
No utilizar los frenos de disco, en la medida de lo posible, nos proporcionorá un extra de autonomía importante. A este respecto, es normal encontrar una posición en el cambio o un botón en el salpicadero con el nombre ECO, destinado a ofrecernos el mayor rango de alcance posible en nuestro recorrido. Este modo del cambio tomará medidas como suavizar la respuesta del acelerador o reducir la exigencia energética del climatizador a cambio de unos kilómetros más. En la práctica conduciremos un coche más lento, pero que en ciudad no marcará gran diferencia y sí puede suponer llegar de vuelta a casa o tener que buscar un punto de recarga durante el viaje.
Ya en la autovía, el ruido del motor comienza a entrar en el habitáculo en forma de un ligero zumbido que nos hará sentirnos a los mandos de una nave espacial (la cantidad de pantallas e indicadores ayudan a crear dicha ilusión). A velocidades de 100-120 km/h veremos caer la autonomía de forma importante, ya que el motor eléctrico realiza un gran esfuerzo para vencer la resistencia aerodinámica.
Los coches eléctricos incorporan sistemas de infoentretenimiento que incluyen todo tipo de apartados relacionados con el vehículo tales como estado de la batería, rango de alcance previsto, funcionamiento del motor eléctrico y también una característica muy útil que nos proporcionará información sobre los puntos de recarga o electrolineras más cercanas, de modo que podamos crear un mapa de ruta con anticipación y así saber si llegaremos a nuestro destino con la energía que nos queda en las baterías.
Conseguimos llegar a casa, apagamos el motor como si de un ordenador se tratara, liberamos la trampilla del conector y enchufamos el coche a la corriente, sanos y salvos. El estrés al estar tan pendientes de la autonomía ha roto el ambiente de relajación que en un principio nos había proporcionado la conducción eléctrica.
Para despejar las dudas que nos ha creado este viaje, en la última parte de la guía de coches eléctricos hablaremos del coste por distancia que tienen frente a sus rivales de combustión interna y por qué nos puede interesar el coche eléctrico.