General Motors ha desvelado hoy la séptima generación de su emblemático Chevrolet Corvette, que el consejero delegado del grupo, Dan Akerson, ve como el inicio de una nueva etapa para el gigante del motor estadounidense tras el proceso de bancarrota.
La simbólica llegada de un nuevo Corvette, algo que no se producía desde 2005, tuvo lugar en un evento reservado a unos pocos la víspera del inicio del Salón Internacional del Automóvil de Detroit en el que GM quiso derrochar optimismo.
El nuevo Corvette ó C7 intenta resucitar el espíritu de sus mejores años devolviendo al modelo el apellido Stingray, popularizado por Corvette en el año 1963, durante la hegemonía mundial del motor estadounidense.
Desde 2005, General Motors no se embarcaba en el rediseño y producción de un nuevo Chevrolet Corvette, que en esta ocasión sorprende con un perfil delantero más agresivo y un panel trasero menos cuadriculado que el anterior, con más ángulos, y un interior deportivo y con los últimos avances en control electrónico de estabilidad.
El nuevo diseño, evidentemente más afilado que el de su predecesor, encierra bajo el capó un motor V8 de 6,2 litros que entrega 450 CV, regulado por controles electrónicos, para acelerar de 0 a 100 km/h en apenas cuatro segundos.
Un chasis menos pesado, gracias a su fabricación en aluminio y una carrocería que integra la fibra de carbono, rebaja el centro de gravedad y ofrece una mayor estabilidad, que además de adaptarse mejor a las curvas hace que éste sea el Corvette más eficiente en cuanto a consumo para circular hasta 11 kilómetros con un litro de gasolina.
Según Akerson, el nuevo Corvette “es la muestra de que la marca Chevrolet se ha fortalecido en todos los segmentos. Este vehículo en especial es una declaración de intenciones de la inventiva estadounidense, de nuestra tecnología; es un ejemplo de nuestra apuesta por el riesgo”.